Quería representar, sin caer demasiado en la cosa misticoide ni psicologista, la eterna lucha entre las fuerzas positivas y negativas de la naturaleza humana, unas fuerzas que proceden de la misma mente o que residen en ella, y que el pensamiento religioso, siempre liándolo todo, tiende a objetivar como influencias externas.
Las cargas negativas (las tendencias intelectuales y morales negativas, perjudiciales para la misma persona que las arrastra y para los demás) están representadas en la especie de caudal oscuro y viscoso que se precipita desde el lado izquierdo por toda la parte inferior de la pintura; un caudal que, pese a su apariencia ominosa y reptante, es todavía capaz de lanzar al aire alguna projección con pretensiones seductoras (el elemento de dos colores marronosos con una bola morada en el extremo), aunque los tonos apagados y oscurecidos de esta proyección revelan su carácter falaz y perjudicial.
La figura de la derecha representa al ser humano. Las líneas rectas (dominantes) son el elemento racional, y las curvas, el emotivo. El cúmulo de bolas de colores es la corona o aura que el ser humano se otorga para distinguirse del resto del mundo y para denotar su inteligencia y su condición subjectivamente dominante: porque el ser humano es, evidentemente, el centro de su universo.
La estructura del fondo representa la obra humana: también dominan las líneas rectas. Son las construcciones de todo tipo, materiales, culturales y morales, con que el ser humano se da refugio, apoyo y protección frente al vacío significante del mundo y ante los ataques del elemento oscuro-reptante.
La figura de arriba a la izquierda representa el elemento angelical (mágico, trascendente) que, según lo quiere ver el ser humano, se proyecta hacia él desde la dimensión celestial (igualmente creación suya, por supuesto) para darle ayuda. Aquí también se combinan razón y emoción, con más peso de la última.
Bajo este elemento aparece otro aliado del ser humano, no muy bien identificado, pero que sin duda existe: acaso la vegetación, los animales, el mundo natural, en suma, que el ser humano no quiere/puede considerar como enemigo porque es parte de él, aunque a menudo le parezca enemigo o, por lo menos, ajeno a él; pero se trata, una vez más, de una simple opinión. La especie de puerta sería el elemento racional que el ser humano incrusta en la naturaleza para controlarla y neutralizar sus posibles peligros; y si no es esto, no sé qué pueda ser.
La proyección azul central es más difícil de interpretar, aunque (así lo indica su color) tiene un carácter positivo y benéfico: parece que surge del supuesto mundo natural, hacia el sol, del que se diría que bebe o al que quiere atrapar, y está fusionada a medias con la construcción.