Ni tan solo consulté alguna reproducción de El nacimiento de Venus, de Sandro Botticelli, una de las joyas de la Galleria degli Uffizi florentina: el cuadro se me vino a las manos y al lienzo digital solo pensando en él. Sin reinterpretaciones, sin deseos de reversionarlo: la huella mental de El nacimiento de Venus es imborrable, y no hice más que reactivarla un poco y de modo muy genérico, sin pretender recuperar los detalles, antes de ponerme a dibujar.